viernes, 2 de mayo de 2008

EDUCACIÓN Y TECNOLOGÍAS


Entrevistas

“La clausura de la hegemonía del libro es una de las razones de la crisis educativa”
Adriana de Miguel es lingüista, especialista en Análisis del Discurso. Realiza investigaciones sobre Historia de la Cultura Escrita en la Argentina. Es docente e investigadora en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de Entre Ríos. En esta entrevista, presenta sus reflexiones en torno a la lectura, la escritura, sus transformaciones en la era de las nuevas tecnologías', la mencionada 'crisis' del libro y su relación con la educación.
-¿Qué dificultades teóricas conllevan las prácticas de la escritura y la lectura a la luz de la era de la ‘sociedad de la información?-Posiblemente sea la teoría de la Deconstrucción, formulada por el filósofo francés Jacques Derrida, la que más tempranamente -su obra “de la Gramatología” se publica a comienzos de la década del 70- haya teorizado sobre las consecuencias que la pérdida de la hegemonía del libro iba a provocar en la cultura letrada. A partir de esta conciencia de la clausura de la cultura del libro, Derrida piensa los profundos cambios en los protocolos de lectura y escritura. Es decir, las transformaciones en las estructuras de los lenguajes, los modos de lectura y escritura, el perfil de los lectores y escribientes, y la emergencia de nuevos formatos y soportes de inscripción. Derrida sostenía una noción teórica de “escritura” distinta a la concepción moderna de la escritura entendida como expresión subordinada a la oralidad o al pensamiento. Por el contrario, la concepción derridiana de “escritura” plantea una red textual –y no ya a la voz o al libro– como una trama de elementos diferenciales en continuo proceso de diseminación. De esta manera, la escritura en tanto red textual desconstruye la idea de una centralidad del sentido. Ahora bien, si planteamos la cuestión en términos de las transformaciones contemporáneas en las tecnologías de la palabra observamos que dicha red textual es la web. Entonces, tenemos que pensar cómo opera la deconstrucción de la escritura en esta nueva interface. Resumiendo podemos mencionar al menos tres aspectos de la cuestión. En primer término, la escritura al estar diseminada dispersa la posición central del autor en tanto origen y propietario del sentido. Esta deconstrucción de la función autoral clásica se patentiza en relación a la pérdida del origen, en la borradura o complejización de las marcas de enunciación del autor o emisor. Por ejemplo, en el uso permanente de seudónimos (nicks) en la comunicación vía mails y chat; en el anonimato de las emisiones ya que no es posible fijar su origen –el caso de los hackers– la autoría múltiple que se da en los blogs y en no pocos casos de literatura online. Pero también la descentralización de la autoría impacta en relación con la propiedad intelectual; esto es en lograr controlar los derechos de autor en internet. Al día de hoy sabemos que las tecnologías de reproducción vuelven imposible el control del tráfico clandestino de libros, música, fotos y películas. Por último, hay que dimensionar la importancia creciente que viene tomando el lector o mejor dicho el internauta. Lejos está de la posición pasiva y reproductiva de información asignada en gran medida por la cultura letrada; antes bien, la web permite la actividad simultánea e interactiva de los usuarios que intervienen continuamente con su escritura. Entonces, la posición diferenciada entre autor y lector se confunde complejizando los modelos comunicativos. En segundo lugar, el formato libro pensado como unidad coherente, fija y completa se desarma frente a la fragmentación hipertextual y a la aparición de nuevos formatos de escritura tales como los blogs, los foros de opinión y los grupos de tráfico de información, las páginas web, sitios y portales, entre otros nuevos espacios en permanente proliferación. Si a esto le sumamos que uno de las funciones fundamentales de la escritura ha sido la fijación del sentido, la garantía de su permanencia en el tiempo y en el espacio, tenemos que en la actualidad ya sea por la caducidad de los programas que rápidamente se vuelven obsoletos o porque en la web ningún texto tiene garantizado su permanencia, resulta que la escritura ha perdido estabilidad, aparece o desaparece en la red, hoy está y mañana quién sabe. Pero también es verdad que por primera vez en la historia de la humanidad es viable la utopía de la biblioteca universal, un espacio de memoria colectiva y transcendencia de la escritura en el tiempo. Basta, como ejemplo, el proyecto Gutenberg de digitalización universal de libros, la recuperación de textos antiguos, la versión online de la Enciclopedia Británica, o el acceso digital a bibliotecas y archivos públicos y privados. Tercero, las instituciones culturales, religiosas, científicas y educactivas que históricamente han operado como organizadoras y garantes del canon y que funcionan como espacios controlados para la reproducción de aquellos autores, obras e interpretaciones autorizadas, se enfrentan en la web a una pérdida de poder. Y esto es así porque ya no logran regular el orden del discurso, esto es: no pueden controlar la producción, circulación y recepción de los textos. Porque cómo controlar quién escribe ni lo que escribe y menos aún qué comentarios se desatan. Como caso de imposibilidad política de control tenemos las estrategias fallidas de algunos gobiernos, como por ejemplo el chino, ya que a pesar de sostener una fuerte censura en el acceso a la web no ha logrado controlar el tráfico de información. - ¿Cómo influyen a las prácticas educativas las tensiones entre la convivencia del libro y del hipertexto? ¿Lo ves como una dicotomía? - Al día de hoy la educación sigue fijada a una concepción del saber, la comunicación y la escritura tal como se constituyó en la época moderna y este desfasaje histórico es uno de los obstáculos más importantes para la educación contemporánea. Si bien existe un acuerdo al señalar que la expansión de la cultura escrita en Occidente se da al ritmo de las revoluciones burguesas europeas, no es menos cierto que en estos países preexistían sólidas tradiciones escritas vinculadas a la literatura, la burocracia y la religión. En este sentido, la función de la educación en el proceso de secularización y universalización de la escritura es un factor importante pero no el principal a la hora de reconstruir la cultura escrita moderna. Muy distinto es el caso de los países americanos y en particular el de la Argentina, ya que previo a la Revolución de Mayo e incluso durante las décadas siguientes, la escasa población con acceso a la escritura no excedía los límites de una elite letrada. Debemos esperar a que el proceso de organización del Estado Nacional cobre impulso para que en simultáneo con el desarrollo del sistema de instrucción público se difunda la escritura. Y esto se hizo de la mano de las generaciones de maestros formados en las Escuelas Normales, quienes imbuidos en un fuerte ideal pedagógico hicieron del uso del libro el espacio de intervención legítimo. Durante décadas ser maestro pasaba por garantizar el acceso universal a la escritura y eso se lograba enseñando a los niños a leer y escribir, en tal sentido el posicionamiento del libro como garante del saber encontraba su centralidad dentro del modelo pedagógico imperante. Ahora bien, no creo equivocarme al sostener que la clausura de la hegemonía del libro es una de las razones de la crisis educativa. Y así se explican, en buena medida, la distancia tecnológica, comunicacional y epistémica de gran parte de la docencia con respecto a los consumos y prácticas comunicativas de las nuevas generaciones. Como los primeros se alfabetizaron en una interface gráfica encuentran serias dificultades para operar con las nuevas tecnologías digitales. Al mismo tiempo, los estudiantes han ingresado de lleno al mundo digital, no reconocen al libro como único soporte textual y tienen prácticas de escritura ajenas a los géneros escolarizados. Así como la escritura ya no pasa fundamentalmente por la educación o la literatura, tampoco las nuevas generaciones encuentran en los docentes ni en las instituciones educativas un espacio de lectura y escritura con el cual identificarse. - ¿De qué manera se ve afectada la idea tradicional de lecto-escritura por las nuevas matrices discursivas y tecnológicas?- Me parece que el problema del impacto de las tecnologías digitales se observa claramente en cuanto a la didáctica de la lectura y la escritura. En las últimas décadas se han hecho fundamentales aportes desde perspectivas sicológicas y sociológicas pero me parece que hasta el momento no se ha tenido seriamente en cuenta las transformación tecnológicas que la interface digital y la expansión del hipertexto están provocando en las prácticas de lectura y escritura. Simplificando el asunto, creo que no se termina de dimensionar en términos pedagógicos y lingüísticos la diferencia entre leer y escribir bajo el formato del libro o hacerlo bajo formato hipertextual. - Hay autores que hablan de una crisis –o bien de una paulatina desaparición– del libro mientras que otros, por el contrario, consideran que la era virtual ha favorecido ampliamente el desarrollo de textos impresos y la expansión del mercado editorial. ¿Qué opinás acerca de la condición actual del libro; está o no está en crisis? - Es importante aclarar que cuando sostenemos la clausura de hegemonía del libro no estamos diciendo que asistimos al fin de los libros ni a su extinción sino a la paulatina pérdida de su importancia como formato de inscripción. En términos históricos el libro es un invento reciente, nacido con la modernidad, es un formato textual producto de la invención de la imprenta y de la episteme renacentista. Durante siglos la humanidad escribió y leyó en rollos o códices y no en libros. De modo tal que, en tanto formato vinculado a la interface gráfica, el libro puede muy bien ser reemplazado por nuevos formatos y soportes surgidos en la interface digital. De cualquier manera, hay que reconocerle al libro que hasta el día de hoy todo parece indicar que se trata de un formato casi insuperable. Prueba de ello es que los nuevos modelos de ebook intentan recuperar todas sus ventajas agregándoles aplicaciones digitales y conectividad a la web, entre otras nuevas funciones y usos. Y además, hay que analizar qué pasa con los libros que se están digitalizando y posteando en la web o almacenando en los ebooks. Porque si por un lado se garantiza la permanencia del formato libro, al mismo tiempo se lo inserta en un nuevo espacio paratextual que obviamente lo transforma. - ¿Qué pensás acerca de los hábitos de lectura y escritura que propone Internet? - La aparición de internet en tanto nuevo espacio de escritura tal vez sea una de las revoluciones culturales más importantes desde la invención de la imprenta. En tal sentido, hay que tener en claro que las prácticas de lectura y escritura no son ni pueden ser las mismas. Ahora bien, los alcances de esta transformación apenas si empezamos a vislumbrarla. La cuestión es difícil de entender, no solo porque los que estamos intentando analizarla somos la última generación alfabetizada con libros, sino también porque la industria no cesa de innovar la tecnología. Más allá de estas imposibilidades –o tal vez justamente por ello– me parece uno de los temas de investigación urgente y prioritario. Sobre todo en el intento por acercar a la educación, la ciencia y la literatura a las nuevas prácticas de lectura y escritura bajo entorno digital. - ¿Cómo concebís las transformaciones culturales de la idea de educación tradicionalmente entendida como un factor de aglutinamiento identitario para la construcción de una Nación o, sencillamente, para la formación igualitaria de una comunidad? - Me gustaría responder a esta cuestión retomando algunos aspectos tratados en mis investigaciones sobre Historia de la Cultura Escrita en la Argentina. En forma sintética podemos decir que desde mediados del siglo XIX y hasta la década del 60 del siglo XX, en la Argentina la construcción de la hegemonía de la cultura letrada estuvo a cargo de la educación. Con su fuerte modalidad de interpelación ideológica, la escuela fue capaz de instituir nuevas identidades culturales como así también de subordinar a las preexistentes, cooptar o reprimir, según el caso, toda voz disidente e integrar lo emergente en un modelo de nación determinado. A través de la construcción del sistema de instrucción pública, la educación fue la encargada de incluir a la población dentro de una estructura de jerarquías sociales y distinciones culturales rígidamente establecidas. Se trataba de enseñar a cada uno a ocupar el lugar que el orden político le asignaba y para ello fue necesario el disciplinamiento de las masas nativas e inmigrantes en los nuevos patrones políticos, ideológicos, lingüísticos y culturales que el nuevo modelo de nación demandaba. La expansión educativa construyó la cultura letrada, a través de las masivas campañas de alfabetización, la fundación de escuelas a lo largo del país, la formación profesional del magisterio, la instalación de bibliotecas, la unificación lingüística de la población, entre otros tantos aspectos del dispositivo educativo. Sin embargo, la inclusión de los distintos grupos sociales bajo un modelo nacional no fue un proceso libre de conflictos, resistencias y antagonismos. De cualquier modo, podemos sostener que la transformación cultural provocada por la difusión de la escritura significó un viraje cultural sin precedentes en estrecha vinculación con el proceso político de constitución de ciudadanía nacional. Ahora bien, cómo pensar la situación actual dado que el espacio de escritura ya no es nacional sino global. Internet es una red descentrada, que no reconoce fronteras nacionales porque es un espacio desterritorializado en continua expansión. La lengua utilizada no es un idioma nacional sino una babel de lenguas e idiolectos. En consecuencia, si la socialización y la constitución de ciudadanía ha estado históricamente subordinado al sistema educativo nacional, es evidente que ya no es así. Simultáneamente internet se presenta como un espacio de reunión inédito, donde las modalidades de socialización y los procesos comunitarios están a la orden del día. Con solo observar la importancia del chat en la constitución de las relaciones interpersonales, o la masiva participación en las redes y servidores comunitarios como My Space, Flickr o YouTube por mencionar unos pocos. Entonces, todo parece indicar que así como la cultura letrada se organizó en torno al espacio institucional del libro (escuelas, universidades, bibliotecas, burocracia estatal, etc) la cultura digital y las identidades interpeladas por ella encuentran en la web nuevas e imprevistas modalidades de intervención política. Valga como ejemplo el espectacular uso de la web que hacen las agrupaciones ambientalistas, posiblemente uno de los discursos de mayor eficacia política del presente.


Fuente: Área de Comunicación – CEMED Fecha de Publicación: 28 de abril de 2008


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